- Por sus condiciones extremas, la Antártida ha podido mantenerse alejada de la sobreexplotación
- España cuenta con dos bases: la Juan Carlos I y la Gabriel de Castilla
- A isla Decepción llegan por día dos o tres cruceros con turista
CARMEN BONET
Todos hemos visto imágenes de la Antártida, alguna película, algún documental sobre aquellos pioneros -Amundsen, Scott, Shackleton, Bellingshausen- que fueron los últimos grandes exploradores de nuevas tierras. Pero no es sino cuando estás allí, cuando de verdad te das cuenta del valor de aquellas expediciones. Porque, aún hoy, en la Antártida, quien manda es el tiempo, las condiciones meteorológicas. Un tiempo que te puede dejar esperando un avión durante días u obligarte a fondear en una bahía hasta esperar que pase una tormenta. Ambas cosas, nos ocurrieron.
Tal vez, por esas condiciones extremas, el continente antártico ha podido mantenerse alejado de la sobreexplotación. Es verdad que hubo unos años en los que era protagonista de algunos negocios lucrativos, como la caza de focas o de ballenas, pero, tras la firma del Tratado Antártico, hace ya cincuenta años, es una reserva natural, la más grande del Planeta, consagrada a la paz y a la ciencia. Y pudimos comprobar que los científicos tienen mucho trabajo en aquellas latitudes. La Antártida, junto al Ártico, su polo opuesto, dan muchas señales de lo que está ocurriendo en el Planeta.
Pese a todo, estamos en el siglo XXI, y sería raro que, por ejemplo, el turismo, no hubiera llegado hasta la Antártida. Ha llegado, sí, y ha crecido bastante en los últimos años. Pudimos comprobarlo en Isla Decepción, uno de los lugares más visitados, donde entran y salen por día un promedio de dos o tres cruceros con turistas. Ante esta realidad, sobre la que ya hay abiertos algunos estudios, la única alternativa es la regulación y el estricto cumplimiento del Tratado.
Lo que si queda claro es que el continente antártico es, hoy por hoy, un continente, donde los científicos tienen mucho que contar.Y les pedimos que lo hicieran. Desde geólogos y matemáticos especializados en glaciares o en volcanes, hasta ingenieros que estudian cómo transmitir datos a través de la ionosfera, pasando por virólogos descubridores de la mayor concentración de virus del mundo, aquí, en territorio Antártico; o veterinarios y biólogos preocupados por controlar los cambios que puedan estar produciéndose en la fauna de aquellas tierras. A todos los que encontramos trabajando por allí, les pedimos que nos hablaran de sus trabajos.

En la Isla Rey Jorge y con el Esperides al fondo
España cuenta desde hace ya más de veinte años con dos Bases Antárticas: la Juan Carlos I, la primera que se abrió, y la Gabriel de Castilla, nombre de un almirante español que muchos reivindican como el primer avistador de tierras antárticas.

Base Juan Carlos I
En nuestra viaje, estuvimos en las dos. De las dos, aprendimos algunas cosas, cómo ponerte un traje de supervivencia en tiempo record; cómo cambiarte de zapatos para entrar en la Base, también en tiempo record; cómo subir a una zodiac; cómo no subir a una zodiac, pero, sobre todo, algunos aprendieron que, aunque vayas con buenas intenciones y a lo tuyo, en este caso, colocar un trípode para grabar un plano, los animales antárticos tienen muy claro que aquel es su territorio.
Preguntábamos aquí y allá qué sensaciones les producía estar allí y, muchos con los que hablamos nos aseguraban que la Antártida produce adicción.
No se si ese es nuestro caso, pero, podría parecerlo si tenemos en cuenta que, en esta ocasión, nuestro viaje se ha convertido en dos. Y es que en la Antártida hay tanto que contar que nos resistimos a hacerlo todo de una vez. Así que amenazamos con una Antártida Continente para la Ciencia. Segunda parte.
Sobre volcanes, virus y otras criaturas
- Nos desplazamos hasta Isla Decepción y conocemos la base Gabriel de Castilla
- El paisaje de esta isla volcánica es diferenta del resto de la Antártida
"Nosotros hemos venido a la Antártida a buscar virus". Fue la primera frase del virólogo Antonio Alcamícuando en el buque Las Palmas nos encontramos con él y le pedimos que nos contara... Nosotros también, de algún modo, habíamos afrontado nuestro viaje antártico pensando en los virus de Alcamí y López Bueno, uno de los proyectos de los que más habíamos oído hablar antes de embarcarnos en este viaje...

Tuvimos que conformarnos con escucharles... Su lugar de trabajo, península Byers, en Isla Livingston, es zona de especial protección y no obtuvimos permiso para acceder a ella. Aunque ya sabíamos desde Madrid que iban a grabar con sus cámaras y nos dejaron un estupendo material... En cuanto a su viaje hacia el sur embarcados en el buque Las Palmas, tampoco pudimos acompañarles... Nos hubiera gustado, pero teníamos otros planes...
En Isla Livingston habíamos conocido una de las dos bases antárticas españolas, laJuan Carlos I, la primera que se abrió, en 1988... Pero, aproximadamente a unas 20 millas naúticas de distancia, unos 37 kilómetros, se encuentra Isla Decepción, un lugar muy especial dentro de la Antártida, un volcán activo donde solo existen dos bases científicas y una de ellas, la argentina, este verano austral permanecía cerrada... La otra es la española Gabriel de Castilla, un nombre que, para los que no vieron la primera parte de este viaje, hace honor a aquel almirante español a quien algunos atribuyen el avistamiento, por primera vez en la historia, de tierras antárticas...
El Buque Las Palmas fue el encargado de llevarnos de una Base a otra... Una travesía que imaginábamos corta y sin problemas, pero que se convirtió en una especie de preludio de lo que sería nuestra vuelta en barco hasta Argentina durante tres días... Las condiciones meteorológicas no fueron las mejores y a punto estuvimos de no poder desembarcar en Decepción... La isla nos recibió con fuertes vientos y nieve, y apenas podíamos imaginar sus contornos. Pero, gracias a la habilidad de Santi, el patrón del Las Palmas, llegamos a la orilla, donde nos esperaban algunos de los miembros del destacamento militar que gestiona y mantiene esta Base antártica.
Una de las cosas que más sorprende en Isla Decepción, es lo distinta que es del resto de la Antártida... Su paisaje es como un recuerdo, como un sueño, la mayoría de las veces en blanco y negro, que te avisa constantemente de su carácter volcánico, su poder escondido y latente... Cuando sale el sol, parece un oasis dentro de los hielos, y, tal vez por eso, nuestro compañero Nacho Cañizares, se empeñó en darse un baño en sus aguas... Tal vez oyó decir a alguien que la temperatura allí dentro es unos grados superior a la que existe fuera. Tal vez, simplemente, quería "sentir" cumplido un repetido deseo. Y llevó a cabo su plan, con luz y taquígrafos...
Veníamos de la Base Juan Carlos I, en pleno proceso de remodelación... y llegamos a laGabriel de Castilla, con instalaciones nuevas, recién estrenadas... La Base estaba al completo, con distintos grupos dedicados a distintas tareas... estudiar la isla-volcán, el estado de salud de focas y lobos marinos, los ecosistemas de las playas... Y de todos aprendimos algo... incluso una nueva palabra: poliqueto..., que es como decir "gusano marino", pero con un poco más de ciencia... No creo que la olvide fácilmente...
Tampoco creo que olvidemos ninguno, aquellos ya lejanos, y a la vez tan próximos, días y noches antárticas... Incluido nuestro viaje de vuelta, por mar, durante tres días, con el buque Las Palmas al completo. Nuestro paso del Drake no fue precisamente bueno; y todos los viajeros, salvo honradas excepciones (como la de Carlos, nuestro realizador o el virólogo Antonio Alcamí), estuvimos más tiempo tumbados en el camarote que con los piés en el suelo... Si es que se puede llamar suelo a una plataforma flotante que incluso llegó a los 45 grados de inclinación... Pero... así es la mar y los viajes al continente antártico.
La Antártida es muchas cosas a la vez y es difícil describir las sensaciones que produce.
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